martes, 3 de julio de 2012

LEYENDA DE CANTUÑA



 
Leyenda Cantuña

Esta historia comienza en épocas coloniales,
cuando un indígena quiteño se comprometió
a construir una iglesia en Quito.
Cantuña aceptó la propuesta de la
congregación franciscana de construir la
iglesia de San Francisco en un plazo de
seis meses, a cambio de una gran cantidad
de dinero, con la condición de que si no lo
lograba, sería encarcelado de por vida.
Aunque parecía una hazaña imposible de
lograr en seis meses, Cantuña puso su máximo
esfuerzo y empeño en terminar la iglesia. Para
ello reunió a un equipo de indígenas, y durante
seis meses trabajaron día y noche. Sin embargo,
la edificación avanzaba muy lentamente.
Vísperas de la fecha de entrega, recordando
Cantuña el castigo que le esperaba si no
cumplía con su palabra, se puso a orar y a pedir
ayuda al cielo para que le ayudaran a realizar
la construcción. Es ahí que, desde las entrañas
de la tierra, vio salir a un hombre barbudo y
vestido de rojo, quien en voz baja le dijo:
—No temas buen hombre, soy Luzbel y he
venido a ayudarte. Te ofrezco construir el
atrio hasta la puesta del sol. A cambio de
ello, me entregarás tu alma.
Cantuña aceptó el trato a cambio de su alma,
y durante la noche numerosos diablillos
trabajaron mientras duró la oscuridad para
terminar la iglesia.
Al amanecer, los dos firmantes del contrato
sellado con sangre, Cantuña por un lado, y el
diablo por el otro, se reunieron para hacerlo
efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a
cumplir su parte cuando se dio cuenta de
que en un costado de la iglesia faltaba
colocar una piedra. Cual hábil abogado
arguyó, lleno de esperanza, que la obra
estaba incompleta, que ya amanecía y con
ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el
contrato quedaba insubsistente.
Y así fue que, gracias a que los diablillos
no alcanzaron a colocar una piedra, el indio
Cantuña pudo salvar su alma, además de
salvarse de ir a la cárcel.